- Mientras las ‘apps’ de ‘delivery’ no dejan de crecer durante la crisis del covid-19, pequeños restaurantes y casas de comida buscan opciones alternativas que les dejen algo de margen
- Además, los ‘riders’ están muy mal pagados
Juliana lleva seis años al frente de la pequeña tienda de empanadas argentinas Graciana. Con el confinamiento, decidió junto a su socia empezar a poner en marcha un proyecto que tenían desde hace tiempo en mente: repartir su producto a sus vecinos. “Sobre todo queríamos que supiesen que estábamos ahí para ellos durante la cuarentena, porque muchos nos preguntaban si podíamos repartir”.
Sin embargo, en poco más de un mes usando Deliveroo y Just Eat, se han dado cuenta de que ni comparten el modelo, ni les gusta el servicio, ni les compensa: “Económicamente, con lo que se llevan de comisión, no te queda prácticamente nada de beneficio. Y el servicio tampoco es bueno, porque los ‘riders’ están muy mal pagados. Hay veces que las empanadas llegan frías, o que nos tenemos que quedar con el pedido porque son las 10:30 y ya no aceptan más, o el ‘rider’ simplemente no aparece”.
Con el confinamiento primero y la desescalada después, el reparto a domicilio y el ‘take away’ se han convertido en la única salida de muchos establecimientos para poder seguir funcionamiento e ingresando algo de dinero. Pero la necesidad también deja al descubierto las condiciones de estos servicios, que no siempre compensan a hosteleros y restauradores.
Sin embargo, en poco más de un mes usando Deliveroo y Just Eat, se han dado cuenta de que ni comparten el modelo, ni les gusta el servicio, ni les compensa: “Económicamente, con lo que se llevan de comisión, no te queda prácticamente nada de beneficio. Y el servicio tampoco es bueno, porque los ‘riders’ están muy mal pagados. Hay veces que las empanadas llegan frías, o que nos tenemos que quedar con el pedido porque son las 10:30 y ya no aceptan más, o el ‘rider’ simplemente no aparece”.
Con el confinamiento primero y la desescalada después, el reparto a domicilio y el ‘take away’ se han convertido en la única salida de muchos establecimientos para poder seguir funcionamiento e ingresando algo de dinero. Pero la necesidad también deja al descubierto las condiciones de estos servicios, que no siempre compensan a hosteleros y restauradores.
“Durante la pandemia, nos vino bien porque nos valía con estar ahí, no dejar de dar servicio, pero ya estamos hablando con cooperativas de ‘riders’ para cambiarnos con ellos”, continúa Juliana. “Al menos, así sabemos cuánto reciben por su trabajo, y a nosotras nos empieza a compensar económicamente, sin intermediarios”, añade la empresaria.
El de Juliana es un caso clarísimo del problema, pero no el único. Pepe Morán, dueño de la casa de comidas De La Riva, en la zona de Chamartín (Madrid), también decidió probar suerte con una de estas ‘apps’, pero las comisiones y los problemas con el reparto hicieron que optase por cancelar el contrato. “El mismo 14 de marzo me fui yo solo al restaurante con la intención de cumplir mi promesa de realizar un servicio de comida a domicilio. Al principio lo llevaba todo con dos de mis trabajadores, pero los pedidos aumentaban y contacté con una de esas plataformas, hice el contrato, pero me pareció muy caro. Se llevaban un 25% si trabajabas con ellos en exclusiva y un 35% si había otros que repartían”.
Aguantó tres o cuatro días con ellos, pero pasado ese tiempo canceló. “A los tres o cuatro días, les envié un correo cancelando el contrato suscrito, sus materiales siguen allí y están a su disposición para que los recojan. Además, supongo que estarían colapsados, pero su atención al cliente, o sea yo, era penosa, lo cual hace pensar que peor sería con mis clientes, que además tendrían que pagar un sobrecoste excesivo por un servicio malo para un producto que yo entendía de calidad y en el que yo había hecho un gran esfuerzo para que su precio fuera más que atractivo. Al final, contraté a una persona para que me ayudase con el reparto, y hasta ahora”, apunta.
Comisiones y control del mercado
Cada ‘app’ de reparto a domicilio recoge en sus condiciones distintas cuotas de servicio, pero todas superan normalmente el 30% (puede haber excepciones en casos negociados entre ‘app’ y restaurante). La que más coste supone para los restaurantes y otro tipo de locales es Deliveroo, con un 42%. Le siguen, dentro de las grandes plataformas Just Eat y Uber Eats, que se quedan con un 36% (la inglesa baja al 14% de comisión a los restaurantes que solo quieren aparecer en la plataforma pero no necesitan de reparto). Es decir, de un pedido de 10 euros, se quedan con 3,6. Glovo bajó recientemente los 48% que exigían a entre un 20 y 30%, aunque durante la pandemia lo han mantenido en el rango más bajo para todos.
Además, muchas cobran una tasa por empezar a trabajar con ellas, que puede ir desde los 320 euros de Deliveroo o los 15 que solicita Glovo para darse de alta en su cartera de restaurantes, según la asociación Hostelería de Madrid. Uber Eats sí ha hecho hincapié en esto durante la cuarentena y ha eliminado temporalmente su cuota de alta.
“Para alguien que tiene un restaurante, hay que hacer muchos cálculos antes de plantearse lo del ‘delivery’. Primero, ver los productos que puedes incluir en el reparto, porque no todos los de la carta, por precio o servicio, pueden tener cabida. Y luego, evidentemente, poner unos precios que sigan siendo competitivos, porque si no, no vendes”, cuenta José Blardony, portavoz de la asociación.
Para Emilio Gallego, presidente de la Confederación Empresarial de Hosteleros de España, la estrategia de este tipo de aplicaciones fue lanzarse con coste cero o muy bajo para atraer a los restaurantes y, una vez conseguido, imponer sus condiciones cuando los hosteleros ya dependen de ellas: “Son empresas que han contado con inversores y rondas de financiación muy potentes para poder hacerse con la mayor cuota de mercado. Pero es ahora cuando están mostrando el verdadero precio que cuesta la distribución y llevar de la cocina a tu casa un alimento”.
Tampoco han inventado nada nuevo, pero sí lo han hecho en el mejor momento: “Telepizza lleva ahí desde los ochenta y generó todo un imperio en nuestro país sin internet, con solo un imán en la nevera. No es novedad, pero es evidente que el consumo de comida a domicilio antes era más residual, algún viernes por la noche, cuando había partido… Ahora, se ha generalizado completamente”. Justo Telepizza anunciaba estos días un acuerdo con Glovo para poder vender sus productos en su plataforma pero, eso sí, el reparto lo seguirán haciendo los empleados de la cadena de pizzerías.
Las búsquedas para pedir comida aumentaron con la cuarentena
El peligro, dice Gallego, es que se concentre demasiado la oferta y no haya condiciones de competencia, y que el ‘delivery’ sea cada vez más necesario: “En tiempos de coronavirus, ahora mismo solo tenemos el ‘delivery’, las terrazas y la comida para llevar. Y mucha gente está intentando abrirse un hueco en este sentido. Si lo externalizamos, tendrá un coste, pero si lo interiorizamos, también. Por eso cada empresa deberá decidir qué le compensa más, igual que decide si poner o no terraza o qué alimentos ofrecer”.
Por eso, cada vez más empresarios como Juliana o Pepe están optando por buscar otro tipo de fórmulas o interiorizar ellos mismos el servicio. “Cada vez hay más iniciativas de barrio y vecinales, restaurantes que lo ponen en su web y se evitan así ese tipo de comisiones”, augura Blardony. “El mercado se tiene que ir ajustando, tanto lo que cobran al cliente como a nosotros, porque ya hay quien está buscando alternativas”.
Las ‘apps’ crecen y las quejas se globalizan
A pesar de estas quejas y dudas, Deliveroo, Just Eat o Glovo de momento muestran músculo y aseguran haber sido clave en la supervivencia de centenares de locales. En respuesta a Teknautas, Deliveroo asegura que su listado de restaurantes en España ha crecido durante la cuarentena en 700, Just Eat dice que en 1.500, Glovo en 950 y Uber Eats habla de un 15% más de locales. Además, sus negocios han despuntado con más usuarios, pedidos (han llegado a aumentar en un 50% en plataformas como Glovo) y visibilidad. En este gráfico de búsquedas en Google, se ve cómo todas han mejorado en sus datos, siendo Uber Eats la que tiene una mejor evolución.
Entre estas cuatro plataformas, se reparten el gran pastel del ‘delivery’ en España, y es cierto que todas han tomado medidas para paliar los problemas de estos establecimientos, como quitar la cuota de alta, bajar los gastos de envío, adelantar los pagos de dos a una semana o promocionar los negocios más locales, pero solo dos llegaron a tocar las comisiones y lo hicieron por un tiempo limitado: Just Eat y Uber Eats. La empresa de origen inglés reembolsó un tercio (33%) de todas las comisiones pagadas por los restaurantes independientes del 20 de marzo al 5 de abril mientras que la filial de Uber quitó la cuota de alta durante el periodo de confinamiento.
Su buena situación en nuestro país durante este tiempo se ve incluso en los acuerdos logrados con grandes chefs como Dabiz Muñoz, que lanzó un servicio de ‘delivery’ llamado Goxo junto a Glovo, o el grupo de cafeterías y pastelerías Mallorca, que ahora reparte en exclusiva con Deliveroo. Esta misma plataforma asegura en un estudio que el 97% de sus restaurantes seguirá apostando por ellos tras el covid, pero fuera de nuestro país las cosas no van tan bien para las compañías.
Mientras aquí, de momento, los hosteleros se dividen entre negociar contratos con las ‘apps’ o buscar alternativas particulares (sí que ha habido más pelea con los ‘riders’, a los que Glovo incluso bajó los cobros durante esta crisis), en países como Argentina viven una guerra abierta por las comisiones. Las asociaciones de hosteleros de diferentes provincias argentinas, donde también opera Glovo, realizaron un ‘apagón’ hace unas semanas pidiendo que se acabase con las comisiones abusivas que creen que cobran estos servicios (muy parecidas a las que se cobran en España) y se regule este servicio.
Su idea se inspira en Estados Unidos. Allí, ciudades como Nueva York, San Francisco o Los Ángeles ya han limitado al 15% las comisiones que pueden cobrar estas ‘apps’ al menos mientras dure el aislamiento y con la idea de que todos los locales puedan estar en ellas y sacar algo de beneficio. “Los restaurantes en todo San Francisco luchan por mantenerse abiertos. En estas difíciles circunstancias financieras, cada dólar cuenta y puede marcar la diferencia entre un restaurante abierto o cerrado. Puede marcar la diferencia entre mantenerse a flote o tener que despedir personal”, apuntaba London Breed, alcalde de San Francisco, tras aprobar esta medida a principios de abril.
Aquí, de momento, los hosteleros buscan maneras de sobrevivir y hay quien, como el restaurante italiano Pepe Nero, en la calle Ferraz de Madrid, ha optado por algo tan tradicional como mandar su carta por WhatsApp y que el que quiera y pueda pida y vaya a su local a recogerlo. “Es muy básico, pero, bueno, vamos tirando. La opción de las ‘apps’ solo es rentable si vendes mucho o para dar salida a la mercancía si no tienes otras opciones o compras demasiado. Si no, sus comisiones te ahogan”, añaden.