La historia de superación del agente toledano que en 2013 quedó postrado en una silla de ruedas al ser tiroteado a bocajarro por un peligroso delincuente.
A Román David Gómez (Villasequilla, Toledo, 1976) el honor se le sigue divisando pese a que se han cumplido ocho años desde que su trayectoria como agente de la Guardia Civil acabase de forma abrupta estando de servicio. Eran casi las 9 de la noche de un fatídico 5 de octubre de 2013 cuando acudió junto a su compañera de patrulla hasta un supermercado de la localidad toledana de Yuncos. Minutos antes, un ciudadano que acababa de salir del establecimiento les alertó de que había visto en el aparcamiento, dentro de un coche, a tres hombres cuya actitud le había dado muy mala espina.
«El Mercadona de Yuncos tiene una cristalera muy grande y el sol se reflejaba en ella, así que no podíamos ver bien lo que estaba pasando dentro. El coche sospechoso estaba aparcado muy cerca de la entrada y yo me acerqué para inspeccionarlo mientras mi compañera pedía refuerzos. Enseguida los tres atracadores salieron del supermercado y me los encontré prácticamente de frente, a pocos metros. Uno de ellos me apuntó a la cabeza y antes de que pudiese reaccionar, sin mediar palabra, me disparó y me dio en el cuello».
Al agente Román David, que entonces tenía 37 años y llevaba una década formando parte de la Benemérita después de haber pasado por la Guardia Real de las Fuerzas Armadas, el impacto de bala le reventó dos vértebras, la T-1 y la T-2, y le provocó importantes daños en la médula espinal. Nunca más volvería a andar y la movilidad de su tronco y brazos quedó seriamente comprometida, aunque con esfuerzo y rehabilitación ha logrado recuperarla parcialmente.
¿Llegó a ser consciente de que le habían disparado?
«Escuché la detonación y noté que caí desplomado. Hice el amago de levantarme, pero no pude. Y seguí escuchando tiros. Luego supe que estaba disparando hacia el coche donde estaba mi compañera».
¿Volvería a actuar de la misma manera?
«El destino vino así. (Piensa unos segundos). No quise ser un héroe. Hice mi trabajo».
Cumplir con su deber le costó a Román David un mes y medio en la UCI del Hospital Virgen de la Salud y más de nueve meses ingresado en el Hospital Nacional de Parapléjicos, ambos en Toledo capital. El proyectil con el que fue herido le entró por el cuello y le salió por el costado derecho, así que piensa que de haber llevado chaleco antibalas el destrozo podría haber sido todavía mayor si la bala hubiese rebotado entre la prenda de seguridad y su cuerpo.
Las secuelas físicas son evidentes. ¿Cómo llevó las psicológicas?
«Cuando desperté del coma no podía hablar, porque me hicieron una traqueotomía, y no sentía las piernas. Nadie me decía nada de lo que me había pasado. En ese momento estaba condenado, lleno de rabia. Con la mano derecha, que era la única que podía mover, me quitaba los aparatos. Cuando un médico vio el estado en el que me encontraba me dijo claramente que tenía una lesión medular y que no iba a volver a andar. Fue un shock muy fuerte. Solo quería llorar, estaba enfadado con todo el mundo y no tenía ganas de hacer nada, ni siquiera comer. Menos mal que cuando ingresé en el Hospital de Parapléjicos tuve ayuda psicológica y cambió la cosa. Allí empiezas a ver a gente que está en silla de ruedas y te da ánimos. Pronto empiezas a ir al gimnasio y ves que puedes ir recuperando algo de movilidad, que también ayuda mucho, pero lo importante de Parapléjicos es que te sientes parte de una familia. Allí estuve casi nueve meses».
Paradójicamente, lo que ocurrió aquella tarde noche en el Mercadona de Yuncos afectó mentalmente en mayor medida a la agente que acompañaba a Román David, que por suerte no resultó herida. En el momento de los hechos sufrió un ataque de ansiedad y el estrés postraumático le ha impedido reincorporarse a la Guardia Civil.
¿Un suceso tan desgarrador te convierte en otra persona? ¿Le cambió la personalidad?
«Primero te inunda la rabia, pero luego te vuelves mejor persona. Cuando te ocurre algo así entiendes mejor los problemas de la gente y te cuesta menos ponerte en su lugar. Ahora me emociono con nada. Antes era más frío».
¿Alguna vez ha sentido odio hacia quienes le dispararon?
«Al principio, sí. Luego no. No sé nada de ellos. Supongo que estarán en prisión».
No les dedica tiempo ni pensamientos…
«Muchas veces he pensado en lo que pasó, he dado vueltas en la cama sin poder dormir. He pensado que por qué me disparó si me vio desarmado, tan rápido y sin decirme nada. Si yo también hubiese tenido el arma en la mano podría haber pensado que éramos o él o yo… pero no. Esta gente era muy peligrosa».
¿Le han pedido perdón?
«Estando ingresado me llegó una carta de uno de ellos desde prisión pidiéndome perdón. Decía que él no había sido el que había disparado y que si tenía que donar médula él era el primero. Leí la carta e inmediatamente se la entregué a los compañeros de Policía Judicial».
Román David se muestra muy agradecido al trato que le han brindado sus compañeros de la Guardia Civil desde que ocurrió lo que el califica a veces como «accidente» y otras como «atentado». Trabajaron noche y día para detener a los autores de los hechos, que formaban parte de una peligrosa banda con siete miembros. Fueron arrestados en julio de 2014, ocho meses después del atraco al Mercadona de Yuncos, y la Audiencia Provincial de Toledo les condenó en 2017 a más de 30 años de cárcel a cada uno.
¿Se sigue sintiendo guardia civil?
«Por supuesto. Aunque yo haya pasado al retiro, seguiré siendo guardia civil hasta que me muera. Los compañeros, junto a mi familia, son quienes más me han apoyado. Organizaron carreras solidarias y todos los días alguno venía a verme a Parapléjicos. Incluso hubo médicos que me regañaron por tener tantas visitas, porque luego me daban ataques emocionales. Cuando se iban me entraban tiritonas, como cuando tienes frío, y era del bajón».
A Román David se le iluminan los ojos cuando habla del deporte que dice que le ha «dado la vida». Juega en el Quijote Rugby Club, que tiene su sede en Yuncos, precisamente la localidad donde se topó con los atracadores que le dejaron para siempre en una silla de ruedas. Pero entrenan en Illescas, un pueblo vecino, cada lunes, miércoles y viernes. Allí arrancará la liga el fin de semana del 18 y 19 de diciembre y competirán contra equipos de Madrid, Valencia, Sevilla con el objetivo de clasificarse para la fase final que les enfrentaría a los mejores de España. Los conjuntos, de cuatro jugadores, son mixtos y se componen de dos defensores y dos atacantes. Si no han tenido ocasión de verlo, no se lo pierdan porque es espectacular: los participantes -algunos lesionados medulares, otros amputados, etc.- incluso llegan a volcar con sus sillas.
¿Y ahora cómo es su vida? ¿Qué le motiva?
«Después de la lesión estuve cuatro años dando tumbos, yendo a fisioterapia y haciendo un poco de deporte con una hand-bike (una bicicleta en la que se pedalea con las manos), pero no me llegaba a convencer. Por suerte, conocí en el Hospital de Parapléjicos a Miriam Salas, que ahora es nuestra entrenadora, y me ofreció practicar el rugby en silla, que yo ni sabía que existía. Pensé que yo no podría hacerlo pero me convenció de que sí, así que empecé a probar. Al principio se me daba muy mal, pero según iba entrenando empecé a coger fuerza. Eso, junto a la terapia ocupacional, me permitió poder subirme y bajarme yo solo del coche, así que ya no tenía que depender de nadie para desplazarme. Siempre me ha gustado mucho conducir y con el coche adaptado, que es automático y tiene el acelerador y el freno en el volante, he podido volver a hacerlo. Te da mucha comodidad y calidad de vida en tu día a día».
Permítame la broma. Siendo usted guardia civil no tiene que preocuparse por las multas…
«(Ríe) Bueno, hasta ahora nunca me han multado. Lo que sí que me pasó el año pasado es que viajando a un campeonato en Valencia los compañeros me pararon en un control a la altura de Ciudad Real. Aquello me recordó mi trabajo y me puse a llorar. El sargento que estaba allí me preguntó qué me pasaba y le conté un poco mi historia. Luego me desvié para echar gasolina y cuando volví a pasar por allí me hicieron un pequeño homenaje».
El pasado 15 de noviembre, Román David vivió otra emoción de las fuertes. Tuvo la oportunidad de probar el exoesqueleto que ha diseñado la empresa catalana de tecnología médica ABLE Human Motion. Fue en la Asociación de Esclerosis Múltiple y otras enfermedades neurológicas de Toledo (ADEMTO), donde el guardia civil recibe tratamientos de fisioterapia y acude a terapia ocupacional.
¿Qué sintió cuando el aparato le permitió ponerse de pie y comenzó a andar después de ocho años en la silla?
«Llegué con un poco de incertidumbre al no saber lo que me iba a encontrar, pero vi que no era muy aparatoso y la fisio me tranquilizó. Primero te lo ajustan y empiezas sentado, pero cuando te pones de pie y ves que el exoesqueleto simula el movimiento de andar y que vas avanzando apoyado en un andador… ¡Piensas que estás andando! La sensación fue muy buena. Es una pena que no podamos tenerlo siempre en la asociación, porque es un material ortopédico muy caro. Nos vendría muy bien poder utilizarlo con frecuencia, porque ayuda a combatir la osteoporosis».
El emocionante vídeo del momento ha inundado sus redes sociales de mensajes de apoyo y de ánimo, además de algún que otro titular exageradamente optimista en los medios de comunicación. Pero Román David sabe cuál es su realidad, la ha aceptado y es feliz. «Más que no poder andar, lo que peor llevo es no tener el control de los esfínteres, aunque lo voy regulando», asegura.
¿Qué consejo le daría a una persona que esté pasando por un trance como el que pasó usted?
«Cuando te dan una noticia así, el shock te lo llevas. Es un golpe muy duro porque te enfrentas a un cambio radical. Para no agobiarse demasiado hay que mantenerse ocupado. Por eso estudio inglés y me he centrado en el rugby, que me ha dado la vida. Aunque estés en una silla de ruedas puedes hacer una vida normal. ¡Y ahora voy más rápido que antes cuando es cuesta abajo! Lo mejor de la vida es seguir estando vivo. Cuando te das cuenta de eso puedes ser feliz».
Por El Español